Un ejercicio muy interesante es el hecho de preguntarse el origen de las palabras. Muchas veces, cosas tan simples como una palabra esconden grandes historias que son desconocidas por la gran mayoría de los mortales.
Joseph Talon es la persona que descubrió la truficultura. Y sin saberlo, también creó una palabra, un concepto. Hasta 1815, nadie había utilizado la palabra “truficultura”. Simplemente, no existía.
Curiosidad, ingenio y un cerdo: las claves del descubrimiento
Joseph Talon era un modesto campesino de Croagnes, un pequeño pueblo situado en el sudeste de Francia. Entre sus escasos bienes y posesiones, contaba con un cerdo que un día como cualquier otro le acercó a la diosa fortuna. Mientras estaba paseando con el animal, este último empezó a correr como si hubiese visto una aparición celestial. Se detuvo debajo una encina y escarbó sin parar como si estuviese poseído. Finalmente, el cerdo se puso un elemento negro y redondo en su boca que Joseph no reconoció. Fue lo suficientemente rápido cómo para alcanzar al cerdo y quitarle de su boca esa cosa que había desenterrado como si de un tesoro escondido se tratara. El cerdo no estaba ni mucho menos equivocado: había encontrado un tesoro de un valor incalculable. Era una trufa negra Tuber Melanosporum.
Un tesoro codiciado por las élites
En aquella época, la Trufa Negra era un alimento indispensable en las comidas lujosas que servían los aristócratas franceses. Solo se encontraba en estado silvestre y la realeza exigía tener trufa en todos sus banquetes, por lo que los afortunados que encontraban este preciado hongo sonreían siempre que veían a su perro o cerdo correr hacia las raíces un árbol. Joseph Talon no se contentó solo con celebrar ese hallazgo. Intentó ir más allá.
Cultivar trufas: ¿por qué no intentarlo?
El cerdo de Joseph no solo encontró una trufa, sino que encontró varias. Y cada día. A partir de ese aprendizaje diario, el campesino observó una característica que siempre se daba a la hora de desenterrar una trufa cuando paseaba en sus tierras: las trufas siempre estaban cerca de las encinas y los robles. ¿Qué iba a perder si plantaba las bellotas de las encinas y los robles cercanos a los que encontraba las trufas? Su terreno era estéril y hacía años que no tenía una cosecha productiva. Joseph Talon cultivó bellotas con la esperanza de quien compra un boleto de la lotería. Y tuvo paciencia.
Paciencia, la clave para obtener los frutos necesarios
No nos podemos imaginar que pasó por la cabeza de Joseph Talon durante los aproximadamente 8 años que se calcula que las trufas tardan a producirse en una plantación de este tipo. ¿Cuántas veces pasó por delante esperando resultados? ¿Abandonó toda esperanza de su invento en algún momento? ¿Se pensó en algún momento que era incomprensible que ese método no hubiese sido utilizado en anterioridad en algún lugar del mundo?
Pero su invento funcionó. Pasados unos 8 años de la plantación de bellotas de encinas y robles donde las trufas se reproducían con facilidad, obtuvo los frutos. O mejor dicho: los hongos. La cosecha de trufas negras fue espectacular. Es posible que Talon no se creyera su hallazgo: había logrado algo que reyes, imperios y burgueses nunca habían hecho. Y ahora que sabia el secreto, lo tenía muy claro no se lo contaría a nadie.
Un secreto difícil de esconder
Pero esconder una plantación de encinas y robles en un terreno aparentemente estéril no era una misión fácil de llevar a cabo. Y más cuando sus vecinos vieron como Joseph vendía trufas negras sin cesar, con una regularidad nunca vista hasta el momento. Y luego estaba el dinero. La envidia que el dinero creaba entre sus compañeros campesinos hizo plantearse a más de uno de donde producía toda esa fortuna.
En cuestión de años el secreto fue descubierto. Y explotado. Pero nadie le podía quitar el mérito de crear una palabra. Joseph Talon inventó la truficultura.
El pionero de un cultivo aún misterioso
Desde principios del siglo XIX a la actualidad la truficultura ha ido mejorando gracias a las mejoras tecnológicas y científicas. Los métodos de plantación, tratamiento y recolección se han optimizado. Pero el cultivo de la trufa aún sigue escondiendo misterios que nadie ha podido resolver tras años y años de estudios. Por ejemplo, la trufa blanca Tuber Magnatum, la trufa más valiosa del mundo, solo crece de modo silvestre. Nadie ha logrado aún “domesticarla” tal como Talon hizo con la trufa negra hace más de 200 años.
Un hecho que realza aún más la increíble historia de Joseph Talon: el descubridor de la truficultura.